martes, 10 de febrero de 2015

San Valentín o día de la amistad, envueltas con el amor. (Cuarta parte y final).

El amor no falla nunca...

Sólo existe un amor que no se equivoca.

El amor verdadero.

    Este amor que sale de adentro de nuestro ser, siente y vive el hoy y crece el compartirse con el otro, y con todo lo que nos rodea.

    Ese amor es energía, y, como tal, no se crea ni se destruye, sólo se modifica, su forma.

    Es un amor basado en la realidad interior y exterior, por eso hay que aceptarla tal y como es.

    Es un amor que crece cuanto más se da y se comparte.

    Es un amor que nos trasciende como personas, pues tiene algo de mágico y de espiritual.

    Es un amor eterno, pues se podrá modificar la forma y sus circunstancias, pero nunca su esencia interior y auténtica.

    Es un amor que se propaga por todo lo que vivimos, pues no es exclusivo ni excluyente, como los demás.

    Es un amor que no entiende de distancias ni de tiempos, pues es eterno y anhela la felicidad.

Cuanto más se habla de amor...

    Personalmente creo que definir el amor es limitarlo, a pesar de que me encanta hablar sobre el amor. Las palabras apenas pueden describir someramente lo que sentimos en el interior, lo hace mejor un silencio o una sincera mirada. Según el ya viejo refrán "dime de lo que presumes y te diré de que careces...".

Y eso es especialmente válido para el amor.

    El amor de verdad es algo inexplicable, que no necesita justificación ni argumentos y que, por definición, se siente cuando se siente, sin previo aviso.

    No se puede negociar con una emoción, aunque sí podemos intentar evitarla o negadla, engañándonos a nosotros mismos y a nuestro corazón.

    Las emociones simplemente son. Otra cosa, son los sentimientos, que no son más que las emociones matizadas por la razón, por tanto son modificables.

    Uno puede escoger aceptar o no un sentimiento cuando llega, pero nunca puede hacerlo con una emoción.

¿Protagonista o espectador de la vida del otro?

    Aunque te parezca una metáfora algo simple, la cuestión es saber si eres coprotagonista, junto con el otro, de su felicidad o un espectador de esta. Aunque en ambos casos, como ya hemos manifestado antes, uno debe ser primero protagonista de su propia vida. Es decir, no debe vivir como víctima de su ayer, del entorno o de los demás. Cuando uno asume el protagonismo de su propia vida, puede tener el propósito de compartir la con alguien más. Y, claro está, viceversa. Sólo dos seres humanos que protagonizan su vida son capaces de ser y de compartir verdaderamente la vida y así crecer juntos, en un proyecto común y trabajando el amor a cada instante.

Consejos doy, pero para mí no tengo....

    Es fácil hablar del amor de los demás, en sentirlo uno mismo. Cuando uno siente amor, está vinculado emocionalmente y le cuesta ser objetivo y, sobre todo, ser justo consigo mismo y con el ser amado. Sólo el amor de verdad nos permite serlo, pues no requiere justificaciones ni razonamiento. Porque el amor de verdad no puede ni debe ser ciego, como se suele afirmar. El amor verdadero está basado en la realidad interna y externa, se nutre a partes iguales del corazón y de la razón y exige atención al momento. Y, como hemos dicho antes, eso exige libertad, valentía y conciencia de lo que soy y siento, en un mundo en que eso lamentablemente no es moneda de cambio habitual en las relaciones personales.

¿Miedo a amarme... Y amarte?

    En ciertas culturas está muy arraigado el mal llamado egoísmo, entendiéndose como tal el quererse a uno mismo. Pensar, sentir y hacer algo por uno mismo no es ser egoísta, sino tener amor propio, es decir, amarse a sí mismo.

    Como hemos visto antes, nadie puede amar ni ser amado, sin amarse antes uno mismo.

    Quizás mucho del amor que hay a nuestro alrededor no es más que la renuncia a uno mismo. Y el amor precisamente es darse por entero, sin renunciar a lo esencial y compartiéndolo, sin miedo.

El mejor regalo para hoy y para cada día que puedo hacerte es amarte.... 

    Pero es importante saber que te regalo exactamente, para valorarlo como merece y lucha cada día por el.

¿Es un riesgo demasiado alto para vivirlo?

    Personalmente creo, y ciento, que el riesgo es no darse por entero y/o no tener confianza suficiente ni valor como para compartirlo contigo.

Hoy y cada día, feliz día de San Valentín.


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