jueves, 15 de enero de 2015

Amar no es sufrir, es soñar juntos...

    Seguramente hay personas que no les queda más remedio que soñar. Porque soñar nos aleja de la realidad a veces triste o dolorosa, a veces irremediable y cruel. Soñar nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos, a ver nuestra realidad interna como algo siempre posible y compartir la con los demás.

    Detrás de la realidad y de su aceptación, siempre está la alegría. Pero no es fácil aceptar la realidad cuando esta contraviene nuestros deseos y planes. Como decía David, un amigo mío, "si quieres hacer reír a Dios, cuéntales tus planes". Y eso es así, quizás por eso la vida, que sabe más de nosotros que nosotros mismos, nos trae circunstancias inesperadas, que nos ayudan a despertar. Porque sólo despiertos somos capaces de valorar lo que tenemos y no sólo lo que perdimos por el camino.

    Sólo así se explica que personas que sufren puedan superar las dificultades, del tipo que sean. Quizás la vida pone pruebas más fáciles o más difíciles de superar, en función de nuestra capacidad de afrontar las y hallarles su sentido. Es verdad que muchas veces nos parece injusta esa manera de proceder, pero, nos guste o no, la vida tiene planes para cada uno de nosotros y es nuestra capacidad de vivir los y encontrarles nuestro propio sentido lo que nos hace singulares y, a la vez, firmes con nuestros propósitos.

    Al fin y al cabo, vivir no es más que reconocer y aceptar para que hemos venido a este mundo. Nuestros sueños nos lo recuerdan cada vez que cerramos los ojos. Pero sólo teniendo el valor de abril los ojos a la realidad, sea como sea, y haciendo realidad esos mismos sueños, es cuando aprendemos realmente a vivir. Tras cada sueño, aunque para llegar a él debamos atravesar dificultades, esta la siempre posible felicidad. Felicidad por ser capaz de no dejarse abatir por las circunstancias, pero ser capaces de sonreír cuando creemos erróneamente que la lucha por ser feliz es tan irremediablemente perdida. Caerse es humano, como lo es levantarse tras la caída. Es sólo una cuestión de tiempo, y de no perder la confianza en nosotros mismos y en la vida que nos ha tocado vivir. Cuando nos concentramos en el "porqué" más que en el "para qué" estamos concentrándonos en nuestro problema más que en la solución de este.

    Siempre me ha dolido el dolor ajeno, hasta que aprendí que eso me hacía sufrir y, en verdad, no hacía más que negar mi confianza, es decir, mi amor, en la vida y en quien lo padecía. Tuvo que llegar el amor a mi vida para darme cuenta de que amar es confiar, incluso en aquello que intentamos evitar porque nos hace sufrir. Porque amar a alguien, es querer que esa persona encontrarán el sentido a su sufrimiento, y algún día podrá ser feliz sin nosotros, sin nuestra ayuda, tan sólo sintiéndose amada, de verdad. Amar no es sufrir por alguien a quien quieres, sino demostrarle que confías en esa persona lo suficiente como para saber que, pase lo que pase en su vida, llegara a ser feliz, si se lo proponen. Y quizás entonces descubras que lo importante es estar siempre ahí, a su lado o sólo en su corazón, pase lo que pase, confiando, es decir, amándola de verdad.

Cuantas veces quise a alguien sólo porque podía sentir y compartir su sufrimiento y su dolor.

¿Por qué tarde tanto en descubrir que el amor de verdad no es más que compartir su propia fortaleza ante el sufrimiento y el dolor, pues detrás está su verdadera felicidad?.

Amar no es más que soñar juntos en la siempre posible felicidad, y hacerla realidad, día a día.

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