¿Que tú sueñas, o vives la realidad?
Hacer realidad un sueño es un paso más. No basta con compartirlo sin vivir lo o simplemente lamentarse colectiva mente de su presunta imposibilidad de hacer de los sueños una realidad. Para ello uno debe ser valiente y aprender a soñar con los ojos bien abiertos, aceptando la realidad, pero haciendo por cambiar la y mejorar la cada día. La realidad no es más que nuestra visión de la vida proyectada, aunque también es verdad que la vida por sí misma a ratos impone su propia realidad para qué aprendamos a vivir la, para cuando nuestro sueño se haga realidad.
Soñar y vivir y aceptar la realidad son condimentos necesarios en nuestra vida. Los que sólo sueñan se les llama locos. Los que sólo viven y aceptan la realidad, se les llama adaptados o personas de éxito en esta nuestra sociedad. Los que ni sueñan ni aceptan su realidad, se les llama muertos vivientes (o pecadores, o ateos, no creyentes, condenados o inadaptados). Pero a la vida, es equilibrio impide de nosotros que aprendamos a soñar, como cuando éramos niños (y respetando los criterios y las creencias de los demás, dando el espacio y el derecho de los demás). Que sigamos nuestros sueños y que tengamos el valor de hacerlos realidad. Aunque para ello tenemos toda nuestra vida por delante, aunque, cuanto antes se empiece, antes de llegar a la felicidad, y podamos lograrlo todo día a día.
Al fin y al cabo la vida plena no es más que esa capacidad que todos tenemos de soñar y convertir esos sueños en realidad. Eso es lo único que da sentido a nuestra vida, en la que la realidad se impone, rompe nuestros esquemas limitados y nos obliga a confiar en que nuestros sueños se hagan realidad. Y la felicidad es el compañero de este viaje vital, en el que no hay que llegar a parte alguna, más que aprender a vivir de verdad y con un la realidad de nuestros sueños.
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