Frenazo
La vida de vez en cuando nos frena, de imprevisto y sin avisar. Hasta hace un tiempo, me asustaba ante esos cambios súbitos de rumbo. Hoy reconozco que incluso el cambio en nuestra vida tiene su profundo sentido y es incluso necesario... Aunque demasiadas veces nos haga sentir temor.
Cuando vivimos con una velocidad de crucero constante, no siempre estamos avanzando y ascendiendo a nuestra propia cúspide, el mayor desarrollo personal o, lo que es lo mismo, nuestra siempre probable felicidad. Y, aunque la felicidad siempre es el camino y no la meta, demasiadas veces nos adaptamos a ese camino trillado, repetitivo y rutinario que hemos diseñado para nuestra vida ordinaria, reservando los sueños sólo para ser soñados sin convertirlos en realidad.
Y esos frenazos inesperados (los llamo crisis) son las señales de la vida para qué despertemos a la realidad, aunque poco tenga que ver con esa otra realidad sólo humana que cualquiera de nosotros hemos fabricado a través de los años para buscar la comodidad y la seguridad, aunque estas solo sean la mayoría de las veces una ilusión y, por tanto, algo irreal.
Éstos parones repentinos en nuestra vida nos invitan a reflexionar, a mirar atrás y ver lo aprendido para, con ello, volver a empezar a andar, de nuevo paso a paso. Cuando uno mira hacia atrás, puede llegar a ver una imperceptible senda de experiencias y acontecimientos que, sutilmente, nos lleva a donde debemos ir, aunque también es verdad que se construye día a día con cada una de las decisiones, aparentemente intrascendentes, que tomamos. También es verdad que es difícil comprender por donde y como nos lleva esta peculiar senda, aunque estemos seguros que está formada de nuevos, y a veces imprevistos, peldaños o instantes de mayor felicidad.
Nadie puede predecir ni programar su camino, no es algo planificado ni eludible pues la mente humana es limitada y la vida por sí misma sabe más de nosotros mismos. Sólo podemos tener el firme propósito de vivir mejor y más plenamente cada día que pasa e intuir que eso es precisamente la felicidad, sin más. Por eso, ante esos súbitos frenazos de la vida, uno tiene la singular oportunidad de mirar hacia atrás, sentir el momento actual y ver si no se está desviando de su propósito interior. Así, muchas veces descubrimos que, aunque te habías acomodado e incluso habías aprendido a vivir ese camino con cierta dignidad, te das cuenta del paisaje que hay alrededor tuyo y descubres que no era lo que tú mismo habías soñado para ti.
Porque, no lo olvides nunca, los sueños están para hacerse día a día más realidad. Y ese camino o senda hecho por ti mismo, decisión a decisión, debe llevarte a esta vida soñada, que sin duda merece. Si no es así, tal vez has equivocado tu camino hacia ti mismo y hacia tu felicidad. Frenazo... Y volver a empezar, no hay más. Puertas que se abren, otras que debes cerrar, aunque la suma de todas ellas deben traerte cada día más felicidad.
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