Mi manera de vivir depende de mi mismo....
El otro día alguien me decía que debería escribir un libro sobre mi manera de vivir. (Por supuesto a través de un e-mail). Seguramente no es tan especial, como para merecer un libro, quizás basten estos escritos en este blog para explicar lo que hago, casi a diario.
Aún así, me parece difícil explicar todo aquello que vivo y como lo vivo. Las personas que me conocen personalmente saben que vivo lo mismo que escribo. Mi única cualidad es haber aprendido a expresarlo, sin miedo. Por lo demás, vivo en la misma ciudad que viven millones de personas, en las mismas calles, plazas, edificios, jardines,etc..
Pero quizás mi forma de vivir sea hacerlo intensamente, sabiendo convivir con cualquier situación, por ordinaria que sea. Eso es una ventaja, aunque también algo incómoda, pues pocas personas que conozco lo viven igual que yo. Ante una misma situación, cada uno la siente y la vive a su manera. Y eso provoca más de un mal entendido, pues a veces me gusta pensar que los que comparten conmigo estos momentos lo sienten igual que yo...
Durante muchos años, yo surfeaba por la vida, como la mayoría de la gente hacen en su vida de cada día. Me encontraba personas, pasaba por lugares, visito mis hijas y nietos y vivo el momento que pasa desapercibido por mi. No atiendo a los detalles, obsesionado en vivir cuanto más mejor. Ese es el gran engaño de nuestro mundo, obligándonos a vivir muchas cosas, pero sin atenderlas realmente y mucho menos, vivir las desde el corazón. Mientras que la mente necesita una agenda llena de compromisos y obligaciones, nuestro corazón necesita una y simplemente atención, atención a los que sienten en cada momento....
Ni que decir, tiene, qué esa obsesión por llenarse la vida de citas y deberes es algo que provocan ansiedad y, lo que es peor, vacío. Vacío existencial. Cuanto más, más infelicidad e insatisfacción. Es una permanente huida hacia adelante, sin llevarte a ningún lugar. En cambio, cuando vives desde el corazón, eres capaz de fijarte en las hojas de los árboles que te encuentras a tu paso, ver y sentir cada rincón por el que pasas cada día, diferente y especial. Y cada persona que te cruzas, la vez como alguien especial que te trae una oportunidad, del tipo que sea. Eso, para mí, es vivir el ahora, sin más.
Hay personas que se sorprenden de mi aparentemente intensa actividad. Y no es que haga muchas cosas, sino que las vivo con intensidad. Y no necesito experiencias artificialmente estimulantes para vibrar. Cualquier situación, por ordinaria que parezca, es una oportunidad para vibrar, sintiendo más. El día que descubres esta verdad, la vida cambia de repente y dejas de correr, en un mundo que premia solo a los que corren, vacíos. Cuando empieza a vivir así aprendes, además, que no hace falta provocar situaciones, si no que la vida te va proveyendo de ellas. Algunas para animarte a seguir, otras para despertarte cuando te conformas con lo que haces o tienes y otras más, para qué pares y empieces de nuevo a sentir desde dentro lo que estás viviendo. Cada una llega en el preciso oportuno, aunque tuviéramos otros planes para nuestra vida.
Ese mismo día descubres que el amor y la felicidad no son sueños inalcanzables porque van deprisa, sino que están escondidos en esos pequeños pliegues insignificantes del día a día que vives, cuando está atento y vives la vida desde el corazón.
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