lunes, 19 de enero de 2015

"Amar" Versus amor de verdad. (Última parte)

    Así, la persona amada es siempre singular, "única e irreemplazable", como ser único que para nosotros es y como lo es cada persona en nuestra vida.

    Por eso no puede haber un amor igual a otro, ni se debe intentar comparar.

    Cada persona y momento en nuestra vida es único e irrepetible. Tanto que, si se trata de amor de verdad, este perdura más allá de nuestra vida, pues en el corazón permanece para siempre quién amamos de verdad. Al fin de cuentas, el tiempo y el espacio son construcciones humanas y nuestra alma, que debe estar involucrada en todo lo esencial, no entiende de ello. Uno ama para siempre, pase lo que pase en la vida. Ese, aunque te extrañe, es un amor universal, pues todos somos capaces de sentirlo y, cuando lo logramos, se expande por todo lo que vivimos.

    Es entonces cuando te das cuenta de que el otro "amor" se basa en el miedo a perder, en su exclusividad y, lo que es peor, en la propiedad, aunque eso es precisamente lo que lo limita, lo debilita y lo hace ser solo humano y temporal. Y, al parecer, a algunos les basta eso para vivir y para "amar y ser amados". Ahora veo la fragilidad de ese "amor" y el sufrimiento que trae consigo, tanto en su principio como en su final. El alma no está involucrada en el, y ella sabe que ese "amor"no es real ni eterno, como ya lo necesita sentir. Se basa sólo en la coexistencia de dos egos que luchan por sobrevivir juntos, sin ser cada uno y, a la vez, siendo los dos un bien común y perecedero, como todo lo humano es.

    La verdad es que ahora pienso, y ciento, que ese "otro amor"no está hecho para mí. No puedo dejar de involucrar mi alma en todo lo que soy, ciento y algo en mi vida. Y, aunque parece algo restrictivo y a ratos aparentemente incómodos para vivir en el día a día, sólo en el amor de verdad veo, y siento la verdadera felicidad. No es un simple enamoramiento, con su principio y su final, no es algo que depende sólo de mi o de otro, es, simplemente, una manera de vivir y de amar, de verdad.

    No creo en los "amores" clandestinos, en los que se comparte lo mejor de cada uno, donde cada uno es una sola parte de sí y en los que ambos llegan al acuerdo de buscar una vida en común. No creo en los fogonazos, ni en las estridencias, ni en la confrontación de egos, donde nadie gana ni pierde. No creo en ese "amor" ilusorio que no se basa en la realidad, ni contempla las verdades de cada uno como tal. No creo en esos "amores" solo hechos de gestos vacíos y por compromiso mutuo.

    El amor nace desde dentro, donde está el verdadero amor. Y en el todo somos aprendices, pues es difícil dejar pasar el "amor"y permitir fluir el amor de verdad. Para ello no hay que tener miedo a ser y sentir, nunca más. Y, porque no admitirlo, se ha de hacer el amor cada día, física, sentimental y espiritualmente. El amor crece cuanto más se siente, cuanto más se comparte, con amor. En unos amores te sientes el co- protagonista de la felicidad del otro, en algunos otros, eres un mero espectador de su felicidad. Ambos te hacen sentir feliz, aunque en uno participas activamente para hacer crecer la felicidad mutua, mientras en los otros eres un privilegiado co- partícipe de su felicidad. El amor no desaparecen nunca, como energía que es sólo se modifica su forma de vivirlo, pero lo esencial perdura en el tiempo.

    Quizás definir el amor sea limitarlo, el amor es para sentirlo, compartirlo y, haciéndolo, hacerlo crecer cada día, y así ser más feliz. Pero, mientras intentamos saber cómo debemos amar, estamos dejando de amar de verdad, sin dejarlo fluir. Al final, el amor de verdad nace en el interior, y, junto a él, ambos seres íntegros y felices encuentran la paz.

Fin....

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