martes, 6 de enero de 2015

Reencuentro con el presente.

    Nunca he sido una persona nostálgica, amante del pasado. Vivo siempre que puedo el aquí y ahora. No obstante supongo que la vida propicia lo que considera tiene valor y sentido para cada uno de nosotros, incluso contradiciendo nuestras preferencias. Un buen día te envía una señal inequívoca y el pasado sale a nuestro encuentro y nos atrapa.

    Reconozco que no me regodeo en mi pasado, mayormente sombrío, sobre todo cuando en mi vida mandaban las circunstancias y no yo mismo. Hoy las cosas han cambiado, pero intento no mirar atrás, demasiado. Pero, de vez en cuando, la vida me pide que me reconcilie con mi pasado y selecciona para mi alguna persona o circunstancia que reaparece para recordarme que las cosas no fueron ni son sólo blancas y negras.

    En estos días tuve una llamada que me alegro muchísimo, era de parte de un matrimonio amigo de avanzada edad, ellos ocuparon un lugar privilegiado en mi vida, durante algunos años. Hacía tiempo que no hablaba con ellos y hace tiempo que no nos vemos, me alegro mucho oírlos de nuevo. Recordamos viejos tiempos, compartimos experiencias de ahora y nos pusimos al corriente de nuestras vidas. Fue una llamada entrañable, de esas que demuestran que, cuando ves y vives las cosas desde el corazón, el tiempo no pasa en vano.

    Y es que el tiempo y los lugares por donde transita la vida no son más que eso, escenarios temporales y, por tanto, efímeros. Pero cuando en escasos minutos te parece que has compartido toda la vida, con alguien, es porque el corazón no entiende de tiempos, ni mide distancias, sino de lo que te conmueven las personas y sus circunstancias. Alguien dijo que cada momento vivido es como una ventana, en la que se unen las circunstancias "físicas"y el sentimiento que estas provocan. Seguramente para mirar hacia atrás, sin miedo, uno debe separar ambas y quedarse con lo que siente dentro.

    La vida es terca y se obstina en que encontremos nuestro equilibrio, sin dejar "nudos emocionales" por aclarar, y que condicionan nuestros actos y decisiones en el hoy. Todo aquello que atesoramos en nuestro interior y que un día nos perturbó, son obstáculos en nuestro día a día, impidiéndonos ver y, sobre todo, sentir con claridad. Las asignaturas pendientes se amontonan, hasta que tienes el valor de mirarlas de cara y quedarte con su sentido y con lo mejor que ofrecieron, en su día. Son sólo aprendizajes, sin los cuales, no hubieras llegado nunca hasta donde estás ahora.

    Hoy somos la suma de todo aquello que paso y vivimos en nuestra vida anterior, hasta llegar al aquí y ahora. Nada debió evitarse, para que las cosas que tenían que pasar, pasaran. Sin lastres, ni momentos para olvidar por el miedo, la vida es vivir todo aquello que llega, sin dejar dolor, por sentir, ni alegría por compartir. La vida es un continuo llenar, para luego vaciar, aprendiendo cada día. Llenar, vaciar, un ciclo interminable que da sentido a nuestra vida, viviendo lo nuevo que llega o reencontrándose con lo pasado y renovado continuamente los sentido, y descubriendo que el amor es un hilo conductor entre el pasado vivido, el presente y, tal vez, el futuro que llegara, en su día.

Etiquetas: amor, compartir, confianza, hoy, miedo, oportunidad, pasado, presente, sentido de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario