""Amor" Versus amor de verdad. (Segunda parte)
Seguramente ahora es la primera vez en mi vida en que soy capaz de amar.
Hasta ahora mandaba en mi vida el temor a amar sin ser amado o el temor de ser abandonado.
Pero hoy en mi vida ya hay amor, no hay temor. Es amor de verdad, porque es libre, es voluntario y, sobre todo, porque me ayuda cada día a ser más yo, un ser integrado que se comparte para crecer y ayudar a crecer.
Que poco tiene que ver con los "amores" que hasta ahora había vivido en mi historia, y que aún viven muchos, a mi alrededor. Mi amor no es la huida de la soledad, sino que es la vocación de compartir con el otro todo lo que soy, sueño y vivo cada día, incluyendo la soledad y el silencio donde me encuentro a mi mismo y hallo lo mejor. Atención permanente, buena compañía y soledad compartida es lo mejor que uno puede dar y recibir de quien ama, de verdad.
Entonces poco importa el cómo y el cuándo llegará el amor de verdad y correspondido. Podría decir que entonces lo importante en sí es la capacidad de uno mismo para amar de verdad. Y, cuando uno tiene al fin el corazón abierto al amor, es cuando al fin aparece a quien amar. Nace tal vez poco a poco, a medida que uno se siente feliz haciendo al otro feliz y sin esperar nada a cambio. Incluso se puede amar y descubrir que no eres capaz de hacer feliz a quien amas. Y, sin dejar de amarle, decides dejarle vivir feliz, sin ti. Y eso duele, no estamos acostumbrados a aceptar que tal vez no somos la persona elegida o que la persona a quien amas no desea o no le basta tu amor o, simplemente, no es capaz de amar. Pero, sin duda, esa puede ser la realidad, por dura que sea o que parezca.
Amar por el simple gozo de amar es algo difícil de explicar y más difícil de actuar en consecuencia. Sentirse protagonista de la felicidad del ser amado es un anhelo humano y espiritual, aunque alguna vez, por respeto, comprensión y amor, debamos renunciar a él. Entonces pasamos a ser meros espectadores de la felicidad de quien amamos y a quien sólo le deseamos felicidad. Pero, en todo caso, para hacer a alguien feliz o simplemente desearle felicidad, uno debe ser capaz de ser feliz por sí mismo. La felicidad va de dentro a fuera, de uno mismo hacia los demás, y es luego cuando se puede compartir.
Amar de verdad es amar íntegramente, no hay más. Y eso significa que uno es íntegro y que el otro también lo es, aunque esa integridad de ambos crecer con el amor. Cuando uno se enamora de sólo un aspecto del otro, su poder, su personalidad, lo que muestra a los demás, ese "amor" no es verdadero, pues sólo acepta una parte de su realidad. Es entonces cuando se entiende que uno debe primero aceptar, y a amar, sus propias fortalezas y debilidades, para luego a aceptar, y a amar, las del ser amado. Y sentir que, con el amor mutuo y compartido es posible crecer y mejorar. Por qué es el amor de verdad lo que nos obliga a dar todo lo que en realidad somos, incluso todo aquello que desconocemos de nosotros mismos o que nos molesta y lo queremos cambiar. Y lo damos a la persona amada y todo lo que vivimos, porque ese amor es global, y no restrictivo, ni posesivo, ni limitado, como el "amor"coloquial. Por eso, en el amor de verdad no debe haber miedo a ser, a mostrarnos y vivir cada día tal como somos y sentimos, y es entonces cuando el otro y nuestra vida se convierte en un espejo de todo aquello que somos, sentimos, y de lo que deseamos mejorar.
Seguirá....
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